AMÉRICA LATINA TIENE LA TASA
MÁS ALTA DEL MUNDO,
DESPUÉS DE ÁFRICA
Lorena, de 24 años, dejó la escuela después del octavo grado porque quedó embarazada con su primer hijo. Ahora tiene tres. “No he vuelto a estudiar más”, explica. La joven que vive en el norte de Argentina quiere ahora que sus hijos tengan la oportunidad de ir a la escuela y estudiar.
Lorena es una de muchas mujeres latinoamericanas que tuvieron hijos muy jóvenes, entre los 15 y los 19 años. En 2013, había 67.1 nacimientos para cada 1000 mujeres en este rango de edad en América Latina, poniendo la región en segundo lugar después del África subsahariana.
Y esta tasa se está reduciendo más lentamente que en otras regiones, agrega Sara Van Wie, especialista en temas de género del Banco Mundial. En América Latina y el Caribe los países con las tasas más elevadas son Nicaragua, República Dominicana y Guatemala.
Oportunidades limitadas
Las razones para este fenómeno son complejas y profundamente arraigadas en normas y comportamientos sociales que tienen que ver con la posición y el papel de las mujeres en la familia y la sociedad, afirma Van Wie.
Además, “las restricciones que afectan las decisiones de las jóvenes incluyen oportunidades económicas y educativas limitadas y la exclusión de servicios médicos de calidad, especialmente en la población rural, indígena y afrodescendiente”, dice la especialista. También influye su entorno familiar, por ejemplo si las jóvenes son ellas también hijas de madres adolescentes o si son expuestas a violencia en su hogar.
Incluso, las jóvenes mujeres pueden ver el embarazo como una oportunidad en sí misma. “Cuando una mujer joven es pobre y se enfrenta a una falta de oportunidades, tener hijos joven muchas veces está visto como una elección racional, porque le puede dar una manera de obtener control sobre su propia vida, escapar a la violencia en su hogar, o acceder a una movilidad social dentro de su comunidad”, explica Van Wie.
El fenómeno tiene también mucho que ver con el entorno socio-económico: un estudio del Banco Mundial muestra que una adolescente que tiene más educación, vive en una ciudad, y cuya familia tiene mejores ingresos, es menos probable que salga embarazada a una edad temprana.
Promover la autoestima
Es muy importante ofrecer información y servicios de calidad para la salud sexual y reproductiva, dice Sara Van Wie. Pero también argumenta que los programas que promueven habilidades cognitivas, como es la reflexión y el pensamiento crítico, así que las habilidades socio-emocionales, tal como el control de sí mismo, la autoestima y la resolución de conflictos, son indispensables.
Éstas ayudan especialmente a jóvenes mujeres que tienen que enfrentarse a obstáculos en cuanto a oportunidades económicas y navegar normas sociales que restringen su poder de decisión y sus aspiraciones para su futuro. Con el desarrollo de estas habilidades, pueden decidir y actuar frente a oportunidades y su entorno pensando en su desarrollo a largo plazo.
Ejemplos de este tipo de iniciativas se pueden encontrar en Haití, donde, durante la Iniciativa de las Niñas Adolescentes que se implementó de 2012 a 2014, se enseñaron a jóvenes mujeres habilidades para empleos “no tradicionales”, como la construcción o la mecánica. También participaron en talleres sobre la violencia de género, la salud reproductiva, el desarrollo profesional o los conocimientos financieros, entre otros temas. Una evaluación de la iniciativa reveló que las jóvenes tenían más confianza en sí mismo después de haber participado.
En República Dominicana, el programa Juventud y Empleo enseña a los y las jóvenes que no terminaron la escuela habilidades para llegar a ser secretaria, mecánico o panadero – al mismo tiempo trabajan la autoestima y habilidades para tomar decisiones o trabajar en equipo.Una encuesta mostró que el programa impactó la tasa de fertilidad adolescente de los participantes – bajó de 6 puntos porcentuales para aquellos que tenían entre 16 y 19 años.
Como es un problema que tiene muchas facetas, algunos países como Colombia eligen una estrategia que toma en cuenta una multitud de factores – no solamente el acceso a servicios de salud sexual y reproductiva, las oportunidades educativas y económicas, el nivel de pobreza o la etnicidad, sino también la autoestima y la posibilidad de los individuos de decidir sobre su futuro.
Artículo original en:
http://internacional.elpais.com/internacional/2015/09/01/actualidad/1441144486_583900.html